En estos momentos me estoy entrenado para el Maratón de Roma. En el post de Ullé en el que invitaba a elegir trail o asfalto yo me posicioné claramente por el trail. Soy, como dice mi buen amigo Manuel, un comepiedras, jajaja. El maratón es, para mí, otra cosa, el maratón tiene ese halo de atracción al que uno apenas puede decir que no (al menos una vez al año).
En este camino de disfrutar de los 42 kilómetros y 195 metros (que también hay que correrlos), estoy siguiendo un plan de entrenamiento y además estoy monitorizando mi estado de motivación de forma diaria en distintos aspectos: el entrenamiento, el trabajo, el maratón y correr como deporte. Aunque estoy a mitad de camino hacia Roma, ya he podido sacar algunas conclusiones sobre qué se lleva mi motivación y qué me la devuelve. Empecemos por aquello que se lleva mi motivación y qué me digo para contrarrestarlo y calmar mi estado emocional:
- Un mal entrenamiento. Ante esto pienso “no todos los días son pascua”. Otras veces me planteo si estoy siendo demasiado exigente conmigo mismo y más de la mitad de las veces lo soy.
- El cansancio físico. Sentirme cansado se lleva mi motivación por delante en todos los aspectos de mi vida. El cansancio me da información: o no estoy descansando lo suficiente, por lo que debo descansar más; o estoy entrenando fuerte, por lo que debo premiarme por un trabajo bien hecho y descansar más.
- El mal tiempo. Sí, soy como un lagarto, me gusta el calor sofocante y el sol. Cuando aparecen días de entrenamiento en que la climatología es adversa pienso que para el frío puedo abrigarme. ¿Qué pasa con la lluvia? Me digo “sólo es agua”.
- No avanzo en el trabajo. Me estoy dando cuenta que la motivación es global a la persona. Si estoy motivado en el trabajo, estoy motivado para entrenar. Cuando las cosas salen en el trabajo, me apetece celebrarlo saliendo a correr. ¿Qué pasa cuando las cosas no van? En lugar de salir a entrenar a modo de celebración, salgo en plan a limpiarme mentalmente.
- He tenido un día largo de trabajo y me encuentro cansado. Puede parecer parecido al segundo, sin embargo, este cansancio es más mental que físico. No trabajo picando piedra, por lo que mi cansancio en el trabajo es provocado por los excesos mentales. Cuando tengo un día duro pienso que salir a entrenar es un descanso y desconexión mental.
- Cuando me lesiono. He de reconocer que no he tenido grandes lesiones más allá de las sobrecargas típicas del entrenamiento y pocas veces he estado temporadas largas en el dique seco. Cuando me ha tocado parar porque mi cuerpo ha dicho basta, mi pensamiento es que no tengo obligación de correr, corro porque quiero y para cuidar mi cuerpo y si mi cuerpo no puede seguir corriendo, toca cuidarlo. Eso sí, busco alternativas para desfogarme.
A veces, cuando sentimos que hemos perdido motivación es porque hemos sucumbido a nuestros saboteadores. No olvides que no eres tu pereza, tu cansancio o tu lesión, eres mucho más que todo eso y tienes el poder de poder escoger hacia dónde quieres caminar en cada momento.
Coach Co-Activo Profesional Certificado
Experto en Inteligencia Emocional
Una idea sobre “Que manda mi motivación al garate”
Muy acertadas palabras David, quizás yo solo añadiría una séptima que parecería a la quinta pero que no es así. Un mal día de trabajo manda al carajo un entreno, una mala temporada laboral machaca cualquier motivación. No sé muy bien como expresarlo pero en el entreno del maratón siempre hay un momento crítico, cuando la carga de kilómetros y esfuerzos nos hace tambalearnos, la conocemos y la podemos manejar. No es tan sencillo manejar el conciliar lo que nos gusta (y la autodisciplina que conlleva) y lo que nos marca (un trabajo) o lo que nos define (una relación personal, acabo de «abrir» un nuevo frente). Congeniar estos vértices puede llegar a ser realmente importante en mantener la motivación, y que por tanto el correr nos gratifique, y que nos cunda por supuesto