«Somos lo que hacemos repetidamente.
La excelencia, entonces, no es un acto;
es un hábito.»
Aristóteles
No seré yo quien lleve la contraria al Sr. Aristóteles, más que nada porque lo que afirmó hace ya unos cuantos siglos hoy lo avala la neurociencia, nuestro cerebro está hecho para repetir acciones y volverse cada vez más eficiente al aumentar el número de repeticiones. ¿Recuerdas la primera vez que cogiste el volante del coche? Pisar el embrague, meter la marcha, ir pisando poco a poco el acelerador, mirar los retrovisores e ir soltando el embrague hasta el punto exacto donde el motor empieza a engranar, parecía una misión imposible. Hoy lo haces todo junto mientras enciendes la radio, pones el aire acondicionado y piensas en qué tienes que hacer al llegar al trabajo. Conducir pasa de ser una tarea compleja consciente a ser un hábito sencillo inconsciente.
Hay cientos de hábitos que repetimos en el día a día y todos ellos se fortalecen, entre otras cosas, con la repetición. Estirar después de entrenar es un hábito, beber agua durante el día es un hábito, la técnica de carrera es un hábito (esta en concreto tiene que ver con la memoria motora de nuestro cerebro), etc. Esos son hábitos que hacen que nuestro cuerpo se acostumbre a correr largas distancias y que se recupere con facilidad de ellos, sin embargo, hay hábitos más complejos que también hay que reforzar o descartar.
El mes pasado hablaba de sabotear a los saboteadores, pues bien sabotear a nuestros saboteadores es también un hábito. Cada vez que sucumbimos a la pereza alimentamos un hábito, cada vez que nos excusamos alimentamos un hábito, cada vez que no cumplimos los objetivos alimentamos un hábito… Hoy la ciencia ha descubierto que se pueden crear hábitos nuevos hasta edades elevadas, y le han llamado neuroplasticidad, es decir, la capacidad de moldear nuestro cerebro.
“¡Qué maravilloso, David! Eso significa que puedo dejar de sabotearme”. Efectivamente, eso mismo es lo que significa, que puedes crear nuevos hábitos. Hay una expresión que ilustra esto muy fácilmente: un clavo saca a otro clavo. Los viejos hábitos no desaparecen del todo, sino que lo que ocurre es que se crea uno nuevo más fuerte que el anterior, es decir, la mejor forma de suprimir un hábito es crear uno nuevo y reforzarlo más que el anterior. El paso más difícil es iniciar, romper un hábito, sin embargo, a medida que más lo rompes más fortaleces el nuevo hábito.
Entrenar en días de lluvia es un hábito, así que el día que no sales con lluvia estás reforzando ese hábito. Salir a entrenar cuanta más pereza tienes es un hábito, por lo que cuando sucumbes a ella es más probable que vuelvas a sucumbir. Comer sano es un hábito, cuanto más sano comas más sano comerás (lo sé, suena obvio, pero no lo es…). Levantarse a las 5 de la mañana para el #earlyFrikiRunning es un hábito.
De esta manera, la clave está en hacerlo ahora, deja ese hábito que no quieres seguir manteniendo. En este momento, crea un hábito nuevo que supla al no deseado pero hazlo ahora porque si lo dejas para después, estarás reforzándolo. Por último, tengo una buena noticia: romper hábitos es un hábito, así que cuantos más hábitos rompas, más fácil te será romperlos.
Coach Co-Activo Profesional Certificado
Experto en Inteligencia Emocional