Durante toda mi infancia y adolescencia (me niego a admitir que mi juventud también ha terminado ya, pese a casi cumplir 40), he pasado los veranos en Segovia. En Marugan, un pueblo que distaba de la puerta de mi casa exactamente 102 km. Ni Carabanchel, ni Marugan se han movido, pero sí se han cambiado las carreteras un poco.
Recuerdo esos viajes al pueblo como largos viajes, así lo eran en los 80s. Mi padre revisaba el coche, le miraba la presión de las ruedas, el aceite, el agua del radiador, “los líquidos” que se decía en aquellos tiempos. Nos montábamos los cuatro hermanos en el asiento de atrás como piojos en costura (no había cinturones, ni falta que hacían, nos sujetábamos por la propia presión de unos a otros) y rumbo al pueblo. Dos, o tres horas de coche, según se diera el tráfico, se calentaran los frenos o cualquier otra cosa.
Cada viaje era una auténtica aventura. El maletero lleno (como pincháramos una rueda aquello era mortal), la baca cargada, la falta de aire acondicionado, los mareos, los atascos en la Nacional VI. Ir al pueblo era para nosotros, y para muchos niños de la época, como emigrar, parecía que íbamos a cruzar Europa entera, y “sólo” eran 102km. 102 kms que hoy en día se hacen en poco más de una hora.
El sábado un puñado de grandes deportistas compartieron con mis recuerdos una salida y un destino. Su viaje fue mucho más lento y más duro que los míos (aunque 4 adolescentes en la parte de atrás de un Seat 131 generáramos un ambiente toxico nada envidiable) y su mérito admirable e impensable para mí, que aunque tardemos menos que en los 80s, sigo sabiendo de memoria cada kilómetro del camino.
Yo contaba vacas, jugábamos al “veo, veo”, cantábamos, reíamos, discutíamos y un largo etcétera de cosas para entretenernos. Ellos, corren, charlan, ríen, cantan, comen y sufren; para mí eran viajes largos, para ellos seguro que ha sido eterno en algunos ratos. Ellos sufren, luchan y al llegar al acueducto muchos lloran emocionados. Y no es para menos, han cumplido un sueño, han obtenido el fruto de meses de preparación, trabajo duro, horas invertidas en esa “soledad del corredor de fondo” que por suerte cada vez lo es menos porque cada vez somos más los locos que corremos.
Ellos son especiales, no son seres humanos como los demás. Desde el primero hasta el último en cruzar la meta e incluso los que no la han cruzado este año y la cruzaran el que viene, o al otro, o nunca. En realidad no importa, son especiales por decidir meterse en esa aventura, por entrenarlo, por intentarlo.
No pude animarles en carrera, pude llamar a algunos el viernes, mandarles mi mejor deseo desde la distancia y sentirme muy orgulloso de todos ellos, de compartir equipo, de aprender tanto y tanto de cada uno, de sonreír con sus sonrisas y emocionarme al verles cumplir sueños.
Con permiso del OHL, me auto-declaro escribano del equipo hoy y os digo a Marta, Maite, Angel, Juanvi, Jaime, Jose Manuel, Basalo, Rai, Oscar, y todos los inscritos, ¡ENHORABUENA, ESTAMOS MÁS QUE ORGULLOSOS DE VOSOTROS! ¡SOIS ESPECIALES!
@JorgeDepe #BeGalo