No soy corredor. Eso muchos de vosotros lo sabéis. Mis piernas están mucho más acostumbradas a pedalear que a desplazar mis 92 kilos sobre el asfalto. Más acostumbradas a devorar kilómetros de caminos y bajadas de vértigo que a sumar metros que pasan muy lentamente en mi cerebro.
Nunca se me dio bien correr. De hecho, en 3º de B.U.P. (esto sólo lo entenderán los que, como yo, ya pasamos de los 40) superé en el último segundo la prueba de fondo en el colegio. Si no, hubiera suspendido Gimnasia. Aún así, algo debo tener con esto de correr, porque todavía recuerdo las risotadas de mis compañeros de clase cuando en 7º de E.G.B. (otro apunte para los carrozas…) mi profesor me sacó a leer la redacción “Qué quieres ser de mayor”, que yo –después de haber visto unas 20 veces “Carros de fuego”- titulé con gran acierto: “De mayor quiero ser corredor de fondo”. Para un niño de unos 12 años, delgado como un junco y que no podía correr más de 5 minutos sin parecer que iba a morir, aquellas risas fueron muy difíciles de tragar.
Cuando llegó, años más tarde, el momento de hacer la prueba de fondo, me valieron mis vueltas a las ocho de la mañana, antes de empezar las clases, alrededor del campo de fútbol (nota del autor: esto puede considerarse como el germen de lo que unos 35 años después se conoció como #earlyfrikirunning), mi esfuerzo y mi miedo a no pasar al C.O.U. (Curso de Orientación Universitaria, para los de la LOGSE…). Y así lo logré. Aprobé. El último de la clase, pero aprobé.
Después vino el baloncesto y la bici. Mi querida bici. Dejé de correr y sólo después de muchos años preparaba cada año (con gran dedicación y sólo durante una semana) la San Silvestre Vallecana. No más footing, running o carrera. No más. No es mi medio.
Sin embargo, el trabajo, los niños, la escasez de tiempo y mi enfermiza adicción al deporte hicieron que retomara la carrera a pie. Tardé más de dos años en poder correr sin echar demasiado de menos la bici. Y hasta llegué a disfrutar en muchos momentos. Tanto que hasta me animé a correr la maratón de Nueva York.
Después de varios obstáculos (algunos bien palpables en forma de concentrado de celulosa y otros con forma de huracán con nombre de helado de hamburguesería) un buen día conocí a un tal Pintos. Parecía un buen tipo. Bajo de tórax, pero buen tipo. Hablamos por Twitter por un tema médico y nos pusimos cara (desvirtualizar, para los de la LOGSE). Tiempo después supe que se había unido a un extraño y variopinto grupo de corredores que se hacían llamar los Drinkingrunners.
Empecé a conocerles cuando les organicé sus pruebas cardiológicas previas a la Maratón de Madrid que iban a correr con su proyecto solidario #KmsXalimentos. En cuanto ví al que les lideraba, supe de inmediato que hubiera sido mucho mejor que se hubieran ido a Sanitas a hacerse la ergometría… Qué manera de hablar!!! Pablo me inundó de ilusión y yo –que a poco me dejo liar- sólo tuve que escuchar las tres míticas palabras (para los de la LOGSE: No hay huevos) de lo boca de Alberto Barrantes para correr Mapoma sin apenas prepararlo.
Y allí estaba yo. Rodeado de gente que apenas conocía a punto de zamparme 42 kilómetros cuando lo más que había corrido seguido hasta entonces eran 70 minutos. Me acordé de Carros de Fuego, de las risas de mis compañeros que me sacaban minutos en las pruebas físicas (y que ahora me ganan en peso y en alopecia), de los entrenos, de mi bici… Pero entonces ocurrió. Lo que pocas veces pasa. La magia. Corrí, reí, sufrí a partes iguales y me sentí parte de un algo. Algo que en aquel momento no supe definir y aún hoy me cuesta.
Ha pasado ya casi un año. El domingo corrí con ellos mi tercera maratón en Sevilla. Rodeado de esos mismos que aquellas dos tardes me la montaron en el hospital y a los que miraba con una mezcla de incredulidad y vergüenza ajena cuando semidesnudos desplegaban su bandera en la consulta de Cardiología ante la atónita mirada de la doctora. Con Pintos. El que me los presentó y al que tengo que agradecer estar en esa locura… Con Pablo, con Rafa, con Bernal, con Paco, con Juanjo, con Barrantes, con Ana, con Oscar, con Álamo y con muchos que estaban y con otros tantos que aún sin estar, estaban. Más magia…
Y corrí, y sufrí y reí a partes iguales. Como en aquel Mapoma de hacía casi un año. Y a diferencia de aquel, al llegar, no miré el reloj. Busqué a Pintos, a Rafa y me preguntaba dónde estaba Pablo. No lloraba. Reía y sonreía como un tonto. Como cuando monto en bici. Feliz.
Porque estos benditos locos han conseguido que la magia una a personas que teniendo en común la afición por correr comparten ideales, principios, valores. A personas que comparten kilómetros, alimentos, alegrías, tristezas, angustias y sonrisas. A personas que abren sus puertas a cualquiera, sin importarles las MMP, las pulsaciones o las series que se marcan. El único requisito es el respeto, el compromiso para ayudar y las ganas de pasarlo bien.
Y a día de hoy sigo sin considerarme corredor. Y hasta hace poco seguía sin considerarme un DrinkingRunner. Pero me siento muy orgulloso de deciros que me habéis hecho sentir uno de los vuestros. Un miembro más de ese EQUIPO con mayúsculas que allá por donde va convierte en buen rollo todo lo que toca.
Gracias por todo.
Y que sepáis que creo firmemente que este es el principio de muchas cosas buenas.
DOC
7 ideas sobre “No soy corredor. No soy un DrinkingRunner (por @carlos_mascias)”
Corredor o no, lo que está claro es que eres un crack. Grandes DrinkingRunners
Madre del amor hermoso!!!! cuando encuentre el adjetivo adecuado, lo pongo……..
DOC,DOC,DOC,DOC………….. me pongo en pié antes todos Vds, hombrecillos y mujercillas de verde.
Óscar tu eres uno de los nuestros luego. Recuperate y algún dia…
Tenéis algo que contagia y llena todo de ilusión. Apenas os conozco a algunos pero en la maratón de Sevilla cada vez que veía una camiseta verde de las vuestras me daba un buen chute de energía y alegría.
El twitter me ha chivado que por aqui había escrito alguien una historia muy bonita y por aqui que me he colado. Te felicito por tu experiencia y por lo que has puesto de ti contándolo.
Me ha encantado Carlos. Eres un crak. Espero verte pronto.
Menuda historia Carlos, ¡no podía ni aventurar algo parecido!
Felicidades por vivirlo de esa forma, por supuesto que formas partes de algo y es estupendo lo que estáis consiguiendo y disfrutando.
Me hizo mucha ilusión verte al final del Maratón, rodeado de calor, cansancio pero a punto de finalizar, contento en definitivo.
Enhorabuena y a seguir adelante!
Darío.